El silencio precede al alud. Después, con la tromba de nieve, llega el miedo y la angustia, tan reales como el frío de la montaña. Entonces, uno sólo puede respirar hondo e implorar ayuda. La familia del mierense Manuel Ángel Álvarez respira, ahora, con tranquilidad, en su apartamento de San Isidro. Están incomunicados pero «a salvo», después de que un desprendimiento de nieve sepultara, durante más de una hora, sus tres coches, con ellos dentro, en la carretera del puerto, a la altura de Riofrío. En los vehículos viajaban nueve personas, dos de ellas, Laura y Pablo, de 2 y 5 años de edad, que fueron rescatados por los trabajadores de la estación de Fuentes de Invierno.
El suceso tuvo lugar alrededor de las cinco y cuarto de la tarde del domingo. Los mierenses bajaban en dirección a Felechosa después de pasar un invernal y divertido fin de semana en la casa que Álvarez tiene en lo alto del puerto. «Cerca de Riofrío tuvimos que parar los coches. Había caravana por culpa de un desprendimiento. Las máquinas estaban trabajando para quitarlo, así que esperábamos cuando un fuerte golpe nos empujó a la izquierda de la carretera, hacia el precipicio», relata Álvarez, que continúa: «Mi coche es grande, pero había bastante nieve, tanta que llegó a saltar por encima del vehículo y caer al río cercano».
La altura del coche permitió que Álvarez, su mujer y la novia de uno de sus hijos pudieran salir por la puerta del conductor. Lo primero que hicieron los tres ocupantes del vehículo fue «mirar para atrás, a los otros dos turismos, en los que viajaban mi hijo, su mujer, mi nieta y unos amigos. Sus coches estaban aún más atrapados. No podían salir», explica este vecino del valle de Turón. La primera reacción de Álvarez fue llamar por teléfono al 112 Asturias. Aquí la historia se complica. «No me atendieron. Avisé de que estábamos sepultados y lo único que pudieron decirme los telefonistas es que ellos no podían hacer nada», relata Álvarez que, con indignación, critica que «telefoneé al servicio de emergencias en dos ocasiones, estábamos desesperados y atrapados y ellos no ofrecían ninguna solución. Yo no entendía nada y les repetía que cómo iban a dejar a nueve personas allí, a dos niños». El miedo inicial dio paso, tras la llamada al 112, a la desesperación. Álvarez sólo tenía «una esperanza»: Adrián, su hijo que trabaja en la empresa Cara Norte Ingenieros, en la estación de esquí de Fuentes de Invierno, y que se encontraba en el complejo invernal (a pocos kilómetros del alud). El mierense buscó la poca cobertura que permite el puerto de San Isidro a los móviles -«una rayina nada más»- y le llamó.
«No me lo creía. Me parecía increíble, ¡mi familia atrapada por un alud!», explica el joven que, ante el «pasotismo» del 112 Asturias, decidió avisar del problema a su jefe, Ángel Regal, que no lo dudó un momento y movilizó a quince de sus trabajadores para que acudieran en ayuda de la familia de Adrián. El retén de operarios, perpetrado de herramientas y una máquina paleadora, llegó hasta la zona del siniestro y se puso a trabajar. Lo primero fue sacar a los niños de allí y trasladarlos hasta el lugar en el que se encontraban los coches de los obreros de Fuentes de Invierno. El tiempo de espera hasta ver que los pequeños estaban seguros «pareció una eternidad», aunque fue «más o menos de una hora, gracias a los trabajadores de Cara Norte», señala Manuel Ángel Álvarez.
La historia de estos mierenses pasará, en unos días, a engrosar el repertorio de anécdotas familiares. Por ahora, Álvarez y los suyos sólo quieren «agradecer a los trabajadores de Fuentes de Invierno su ayuda» y criticar «la indiferencia» de los servicios de emergencias que «ni siquiera han tenido el valor de llamarme después para ver si estábamos bien». En unos días volverán a casa, eso sí: «Lo haremos por León, ya que la parte asturiana del puerto de San Isidro no nos da mucha confianza».